jueves, 12 de julio de 2018

La Siguanaba

Ella era una mala madre porque dejaba solo a su hijo, el Cipitío, para estar con  su amante. El niño comía ceniza y estaba muy barrigón de tan descuidado que estaba por su madre. 
                                                                                                                                                                                                        Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba pasando, maldijo a Sihuehuet. Le dijo: “Ahora te llamarás Sihuanaba (Mujer Horrible)“. Ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en una mujer muy horrible. La forzaron a vagar por el campo, apareciéndosele a los hombres que viajan solos por la noche.
Dicen que es vista por la noche en los ríos y quebradas de El Salvador, lavando ropa y siempre buscando a su hijo, el Cipitio al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc como recompensa de su sufrimiento.

Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los don juanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier poza de agua en altas horas de la noche.
La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve loco por ella y no puede resistir a acercársele. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña horrible la cara cuando ya se lo ha ganado y lo tiene cerca.

 Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios. Otras personas dicen que para espantarla debe decírsele estas palabras: “Adios comadre María, patas de gallina seca” y con eso sale corriendo. 

Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco.

El Cipitio

De acuerdo a la mitología salvadoreña, el Cipitío también conocido como Cipitillo, era hijo de la Siguanaba, que en un principio era conocida como Sihuehuet (Mujer hermosa).
                                                                                                                                                             Cuenta la leyenda que esta mujer tenía una relación con el dios Sol, de la cual nació el Cipitío. Sin embargo la mujer traicionó de forma infiel al dios Sol, con el dios Lucero de la Mañana, por lo que el dios Tlaloc (el dios de dioses) condenó tanto a la madre como al hijo: A la madre la condenó a ser una mujer errante y al niño a nunca crecer y conservarse por siempre en la edad de diez años.
 La Siguanaba también es otra leyenda popular en El Salvador. Esta mujer baga errante por los ríos y se aparece a los hombres como una mujer bonita, pero después cuando se le acercan y la ven de frente, se convierte en una mujer fea que puede hasta dejarlos locos para siempre.

El Cipitío fue maldecido a quedarse como un niño para siempre, aunque pasen los siglos. Cuentan que hace algunos años, cuando nuestros abuelos eran jóvenes era mas común encontrar las huellas de un niño en las cenizas de la leña de la cocina, cualquiera pudiera pensar que es una travesura, pero… quizá no lo era, a el Cipitío le encanta comer mucha ceniza y revolcarse en ella.

El Cipitío que aveces es conocido como Cipitín, se caracteriza por ser pequeño y también barrigón, tiene un enorme sombrero en su cabeza y se cuentan que sus pies los tiene al revés, por eso cuando las personas intentan seguirlo se pierden en sus huellas. Dicen también que tiene poderes mágicos para ir de un lugar a otro. 

Él es un personaje inofensivo, que no hace daño a nadie, pero que si molesta con sus bromas y sus risas burlonas. Su espíritu es burlón, se esconde en los matorrales a las orillas de los ríos y quebradas para esperar a las muchachas bonitas que llegan a lavar o bañarse ahí. Cuando las ve, les dice unos piropos y les tira florcitas y piedritas, pero ellas no lo pueden ver. De hecho se dice que solo los niños pueden verlo.





El Padre Sin Cabeza

La leyenda cuenta que él sale atravesando las puertas de las iglesias todos los días viernes del año por las noches, especialmente en las que no hay luna. En los lugares, como en San Salvador, donde hay más de una iglesia se pasea entre ellas; en los pueblos donde solo hay una iglesia sale a recorrer las calles y luego más tarde vuelve atravesando la puerta principal aunque esté cerrada. 

Algunos que le han visto aseguran que también sube al campanario de la iglesia y que desparece misteriosamente ahí.
Su aspecto es el de un hombre alto, pero que no tiene cabeza, solamente el cuerpo. Va con una sotana oscura y un rosario en la mano, caminando por las calles, como un alma en pena, como un fantasma errante, sin decir nada. 

Algunas personas que andan por las calles de El Salvador a altas horas de la noche cuentan que lo han visto, y que cuando se les acerca sienten un frío helado paralizante, se quedan paralizados y mudos por mucho tiempo sin poder decir ni una palabra de lo que les ha ocurrido. Para algunos es un suceso que les ha dado una lección para no andar transnochando o en malos pasos.

Se cree que lo que el padre sin cabeza hace es buscar su cabeza, ya que va sin ella, y lo hace principalmente en las iglesias de las ciudades o pueblos de El Salvador. Cuentan también que suele aparecerse más a menudo en las iglesias donde han muerto sacerdotes en extrañas circunstancias.


La Carreta Bruja

Cuentan que desde hace mucho tiempo y hasta la fecha todos los viernes por las noches, en algunos pueblos de El Salvador, al filo de la media noche se escucha el sonar de una carrta que comienza en lo profundo de los llanos y se acerca lentamente, se puede escuchar claramente el chirrido de las ruedas al rozar con los ejes con resequedad de grasa.

Hay muchas historias de la carreta bruja, he os contaré hoy la experiencia de Majin un señor que avansada edad que vivía cuando era joven en un pueblito del norte de El Salvador, sucede que una noche que el venía de visitar unos parientes en la noche, era casi media noche pero él ya estaba acostumbrado a caminar por aquellos caminos oscuros, solo con la luz de la luna.

A Majin ya nada le asustaba, se habia topado con el Cipitillo, la Siguanaba y en ocasiones le ecompañaba el Cadejo, pero esa noche ni Palomo su perro guardián iba con él. De repente faltando unos 2 kilómtros para llegar a su pueblo sintió el ruido de una carretaque se acercaba, de repente pensó, será don Concho que viene noche de traer zacate, o será que se les habia arruinado, en fin muchas ideas pasaron por su cabeza.

Cada vez aquel ruido se hacia mas cercano y estrepitoso, para eso Majin estaba por llegar al pueblo, solo le faltaba pasar junto al cementerio, siempre sentía escalosfríos al pasar por ese lugar, así que solo se persinó y siguió su camino, al lograr pasar la carreta estaba casi a sus espaldas, cuando sintió una corriente de frio helado que rrecorrió toda su espalda.

Lo que más le encrespó el cabello fué cuando las gallinas comenzaron con su caracteristico chillar de miedo, los perros salieron espantados asustados, eso infundió mas miedo, él sabia que la carreta no era nada bueno, asi que se pensino y medio se brincó un alambrado y se refugió detras de unos piñales cuando sintió que la carreta esta casi en frente, rezo oraciones.

En ese momento se iba apareciendo un bulto, que al ver más de cerca pudo ver la figura de una carreta desquebrajada que avansaba lentamente, además no tenía bueyes, y en la punta de sus trinquetes llebaba calaberas, en su interior yacian cuerpos de personas, a las cuales no reconoció, y tras ella avansaban seres con la cabeza de zacate, pasó frente a él y se alejó, Majin no se acuerda como llegó a su casa, solo que paso 3 dias con fiebre, desde ese día ya no se deja agarrar más de la noche y peor si es viernes.
                                                              Chasca del agua


De acuerdo con la tradición oral, hace mucho tiempo en la Barra de Santiago, en el departamento de Ahuachapán, vivió un jefe indígena que era muy rico y a la vez muy cruel.

Este hombre era llamado Pachacutec, el cual tenía una hija que había comprometido con el príncipe Zutuhil, que pertenecía a una tribu local. Se dice que ella era una joven muy linda y se llamaba Chasca.

Un día Chasca conoció a un joven pescador de la isla de Zanate, un apuesto mancebo al cual llamaban Acayetl o Ayacetl. La joven Chasca se enamoró de él pero su padre Pachacutec se opuso al amor de ambos; sin embargo, todos los días cuando el sol abría los ojos tras la montaña, ella se escapaba de la choza situada en un bosque de guarumos, y se iba a la playa donde se encontraba su amado Acayetl, el cual le cantaba dulces canciones desde la balsa.

Pero una mañana fue tan triste, que la poza amaneció dorada por el sol y un viento frío que se arrastraba raspando los piñales vecinos, tan triste, fría y solitaria así estaba la poza. 
De pronto una canoa apareció, era el joven pescador Acayetl que regresaba de la pesca. Corría y corría acercándose a la playa, cuando de pronto entre los juncos de la orilla un hombre oculto disparo una flecha, éste había sido enviado por Pachacutec, el padre de la joven Chasca.
 Acayetl cayó muerto y cuando el mar se estaba poniendo rojo, una mujer gritó en la playa. Era chasca; ella había visto el crimen de su amado, y corrió locamente en su dolor donde Acayetl. 
Cuentan que fue tanto su dolor que tomó la decisión de acompañar a su amado, y poco después volvió a ese mismo lugar con una piedra y se la ató a la cintura y se lanzó al agua y el mar tiro sus olas sobre el cuerpo de la joven linda hasta que desapareció.