Chasca del agua

Este hombre era llamado Pachacutec, el cual tenía una hija que había comprometido con el príncipe Zutuhil, que pertenecía a una tribu local. Se dice que ella era una joven muy linda y se llamaba Chasca.
Un día Chasca conoció a un joven pescador de la isla de Zanate, un apuesto mancebo al cual llamaban Acayetl o Ayacetl. La joven Chasca se enamoró de él pero su padre Pachacutec se opuso al amor de ambos; sin embargo, todos los días cuando el sol abría los ojos tras la montaña, ella se escapaba de la choza situada en un bosque de guarumos, y se iba a la playa donde se encontraba su amado Acayetl, el cual le cantaba dulces canciones desde la balsa.
Pero una mañana fue tan triste, que la poza amaneció dorada por el sol y un viento frío que se arrastraba raspando los piñales vecinos, tan triste, fría y solitaria así estaba la poza.
De pronto una canoa apareció, era el joven pescador Acayetl que regresaba de la pesca. Corría y corría acercándose a la playa, cuando de pronto entre los juncos de la orilla un hombre oculto disparo una flecha, éste había sido enviado por Pachacutec, el padre de la joven Chasca.
Acayetl cayó muerto y cuando el mar se estaba poniendo rojo, una mujer gritó en la playa. Era chasca; ella había visto el crimen de su amado, y corrió locamente en su dolor donde Acayetl.
Cuentan que fue tanto su dolor que tomó la decisión de acompañar a su amado, y poco después volvió a ese mismo lugar con una piedra y se la ató a la cintura y se lanzó al agua y el mar tiro sus olas sobre el cuerpo de la joven linda hasta que desapareció.
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